Del Scroll a las Estrellas: Viviendo la Gracia en un Mundo de Expectativas
Todos hemos estado ahí. Navegamos por Instagram y, de pronto, nos encontramos con las fotos de alguien en una boda perfecta, en un viaje de ensueño o compartiendo su logro más reciente. Mientras tanto, nosotros estamos en pijama, preguntándonos por qué nuestra vida no se ve así. Pero aquí va la pregunta más honesta: ¿quién de nosotros no ha sentido frustración o desilusión al comparar nuestra realidad con las expectativas (propias o ajenas)?
Esto me hizo pensar en la historia de Abraham y cómo, sorprendentemente, tiene tanto en común con lo que muchos de nosotros vivimos hoy.
Expectativas vs. Realidad: Abraham y la promesa "imposible"
En Génesis 15 , Dios promete a Abraham algo increíble: una descendencia tan numerosa como las estrellas. Pero aquí está el detalle: Abraham tenía 75 años y ni siquiera un hijo. Imagina la mezcla de asombro y duda que debía sentir. Tal vez pensó: ¿De verdad, señor? ¿Cómo podría ser esto posible?
El tiempo pasa, y la espera comienza a pesar. En el capítulo 16, Abraham y Sarai deciden "darle una ayudita a Dios". Su plan: tener un hijo con Agar, la sierva de Sarai. El resultado fue Ismael, un niño amado por Abraham, pero no el hijo a través del cual Dios cumpliría su promesa.
La impaciencia que todos conocemos
¿Te suena familiar? Ese impulso de tomar atajos cuando sientes que Dios se está tardando. Tal vez porque todos a tu alrededor parecen estar alcanzando sus metas mientras tú sientes que te quedaste atrás. Y lo entiendo, vivimos en una época en la que la comparación es casi inevitable.
Las redes sociales amplifican esta sensación. Vemos a otros viviendo lo que parecen ser vidas "perfectas":
El amigo soltero que ya encontró pareja.
La chica que se casó antes de los 30.
La pareja con hijos hermosos y una casa preciosa.
Mientras tanto, tal vez tú estás soltero, lidiando con decisiones pasadas o simplemente sintiéndote estancado.
El recordatorio que necesitamos: No se trata de nosotros
Aquí es donde Génesis 17 nos da una dosis de realidad. Abraham tenía 99 años cuando Dios renovó su pacto con él. ¡Casi 25 años después de la promesa inicial! En ese momento, Dios le dejó claro algo que también debemos recordar: no se trata de nuestras capacidades, de nuestras circunstancias o de lo que podamos lograr. Se trata de Su plan y Su soberanía.
Abraham no era el héroe de la historia, y nosotros tampoco lo somos. Pero eso no es algo malo, porque significa que no cargamos con la responsabilidad de "hacerlo todo bien".
Para quienes sienten que no están donde deberían estar
Si te identificas con esta historia, aquí tienes algo que considerar:
Para los solteros: Tu vida no comienza cuando te casas. Tu valor no depende de tu estado civil, sino de quién eres en Cristo.
Para las madres o esposas: No tienes que tener una vida "instagrameable". Tu identidad está en el Señor, no en cuán perfecta parezca tu casa o tu familia.
Para quienes cargan con malas decisiones: Dios es un experto en redimir historias. Lo que para ti parece un callejón sin salida, para Él es solo el comienzo de algo nuevo.
Un cierre necesario: Dios sigue escribiendo tu historia
La historia de Abraham y Sarai nos recuerda que la espera puede ser larga, y nuestras decisiones pueden no ser las mejores, pero eso no detiene a Dios. Su fidelidad trasciende nuestras fallas y nuestras líneas de tiempo.
Así que, la próxima vez que sientas que no estás donde "deberías" estar, recuerda: Dios no está limitado por tus errores, tus comparaciones o tus expectativas. Él es soberano, y tu vida tiene un propósito que vale mucho más que un post perfecto.
Así que hoy, antes de quedarte atrapado en el scroll infinito, detente y pon tus ojos en Jesús. En lugar de consumir tu mente con las vidas de otros, consume tu corazón con el anhelo de no solo creer en Él, sino de reflejar Su fe inquebrantable en tu día a día.
Comentarios
Publicar un comentario