Cuando Dios nos quiebra
Muchos creyentes ven la vida cristiana solo como un boleto a la eternidad. Se aferran a la seguridad de la salvación, pero siguen persiguiendo sus propios anhelos a su manera, sin darse cuenta de que la redención no es solo un destino, sino un proceso. No se trata solo de estar con Dios después de la muerte, sino de ser transformados por Él en esta vida.
La historia de Jacob en Génesis 32 es un reflejo de esta lucha. Un hombre acostumbrado a manipular y controlar, que debe ser quebrantado para finalmente entender quién es y quién es Dios. Jacob no solo recibe una bendición; recibe una nueva identidad.
El verdadero "perder para ganar"
Jacob siempre había logrado lo que quería con astucia. Engañó a su hermano Esaú, manipuló a su suegro Labán y ahora estaba a punto de enfrentar el miedo más grande de su vida: el reencuentro con Esaú. En su mente, la única manera de salir con vida era con una estrategia bien calculada. Así somos muchos: hacemos planes, confiamos en nuestra inteligencia, tratamos de asegurar nuestro futuro sin entender que la verdadera vida está en Dios.
Pero, Dios lo llevó a un punto donde ninguna estrategia funcionaba. Esa noche, en Peniel, Jacob quedó solo y luchó con un hombre hasta el amanecer. No era un simple encuentro físico; era el momento en que Dios lo confrontaba. En la lucha, Dios tocó su cadera y lo dejó cojeando. Este detalle es crucial: la autosuficiencia de Jacob fue quebrada. Ya no podía correr, ya no podía confiar en su propia fuerza.
Es más que dejar de hacer algunas cosas equivocadas
La redención es más que el perdón de pecados; es la transformación de nuestra identidad, pasiones y prioridades. Jacob recibió un nuevo nombre: Israel, "el que lucha con Dios y vence". ¿Pero cómo venció? No fue con fuerza, sino con dependencia. Venció cuando se aferró a Dios y reconoció que sin Él no podía seguir adelante.
Dallas Willard lo expresa bien en Renueva tu corazón :
“El problema no es solo que hagamos cosas equivocadas; es que somos del tipo de persona que hace esas cosas. Para ser transformados, no basta con corregir nuestras acciones; nuestra alma misma debe ser cambiada.”
Eso es lo que pasó con Jacob. Su problema no era solo lo que había hecho en el pasado, sino quién era: alguien que dependía de sí mismo más que de Dios. Por eso, Dios no solo lo bendice, sino que lo transforma.
Librando nuestras propias luchas
Muchos viven la fe sin entender que Dios no solo quiere salvarlos, sino redimir todo en ellos: sus sueños, sus motivaciones, su manera de ver la vida. Como Jacob, queremos que Dios nos bendiga, pero sin soltar el control. Sin embargo, la verdadera bendición llega cuando dejamos de luchar contra Dios y empezamos a depender de Él.
Tres cosas que podemos aprender de la lucha Jacob:
Dios nos quiebra para sanarnos. A veces, el mayor acto de amor de Dios es quitarnos la capacidad de seguir en nuestros propios caminos.
La vida cristiana no es acerca de nuestra fuerza, sino de nuestra dependencia. Jacob ganó la batalla cuando dejó de pelear y se aferró a Dios.
La redención cambia quiénes somos, no solo a dónde vamos. Dios no solo nos da la salvación futura; Quiere transformar nuestro presente.
Jacob entró en Peniel como un hombre fuerte y autosuficiente... salió cojeando, pero finalmente libre. ¿Estamos dispuestos a pasar por ese proceso? ¿O seguiremos intentando alcanzar nuestros propios anhelos sin Dios?
La redención no es solo acerca de la eternidad. Es acerca de permitir que Dios transforme nuestra identidad, nuestras prioridades y la dirección de nuestra vida, aquí y ahora.
Una definición de Redención
La redención es el acto mediante el cual Dios libera a los seres humanos del pecado y sus consecuencias a través del sacrificio de Jesucristo. En términos teológicos, la redención implica un rescate (1 Pedro 1:18-19), un precio pagado (Marcos 10:45) y una transformación de identidad y propósito (Colosenses 1:13-14).
Desde una perspectiva bíblica, la redención no solo garantiza la salvación eterna, sino que también implica la restauración de la relación con Dios y la renovación de la vida del creyente. Es un proceso que abarca la justificación (ser declarados justos ante Dios), la santificación (ser transformados a la imagen de Cristo) y la glorificación (la consumación final en la eternidad).
En pocas palabras, la redención es más que un escape del juicio; es una transformación radical que nos libera del dominio del pecado y nos conforma a la voluntad de Dios (Romanos 8:29-30).
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