El legado de El Heraldo Bautista y la Evangelización de los Indígenas en El Salvador

A pesar de la persecución, la obra evangelística en Nahuizalco se inició el 3 de agosto de 1928. Eulalio Rivera, inicialmente forzado a retirarse, retomó su trabajo en 1929, utilizando su propia casa como lugar de culto. Dos años después, el 3 de agosto de 1930, los creyentes indígenas celebraron su aniversario con 44 personas presentes, marcando un hito en la expansión del Evangelio en la comunidad.
En 1922 nació El Heraldo, un periódico que pronto se convirtió en la voz de la comunidad bautista en El Salvador. Su impacto trascendió las iglesias locales, alcanzando lectores en todo el país y, con el tiempo, adoptó el nombre de El Heraldo Bautista. A través de sus páginas, la obra bautista se dio a conocer no solo entre los creyentes, sino también ante gobernadores, alcaldes y profesionales influyentes de diversas áreas.

Uno de los principales impulsores de esta publicación fue el pastor José L. Delgado, quien lideró la Primera Iglesia Bautista de San Salvador durante tres años -entre 1926 y 1930-. Gracias a su labor y la de muchos otros, El Heraldo Bautista dejó una huella significativa en la historia del movimiento bautista en el país.

A continuación, presento una publicación original de El Heraldo, vol. XII, agosto de 1931, un testimonio del compromiso y la visión de quienes trabajaron para fortalecer la fe y la comunidad bautista en El Salvador.

El texto fue facilitado por un hermano en la fe, quien actualmente es pastor de una de las primeras iglesias bautistas de nuestro país y estudiante de la Licenciatura en Teología que tengo el privilegio de coordinar en la Universidad Evangélica. Para mejorar su comprensión, he estructurado el contenido, manteniendo fielmente la redacción original. Solo se han realizado ajustes mínimos en puntuación, ortografía y fluidez, sin alterar el mensaje central ni el valor histórico de la publicación.

NOTAS HISTORICAS DE LA OBRA BAUTISTA ENTRE LOS INDIOS DE EL SALVADOR (El Heraldo, vol. XII, agosto de 1931)

La Evangelización de los Indígenas en El Salvador

Los indígenas de El Salvador, bien autenticados y distinguidos como tales, se calculan en un número aproximado de 65.000, según datos suministrados por Townsend. La mayoría de ellos se encuentra en la zona occidental del país, en una franja territorial de no más de 30 kilómetros de ancho, que se extiende desde la región al sur de San Salvador hasta la frontera con Guatemala.

Fue precisamente por esta región donde, hace 35 años, comenzó la predicación del Evangelio y tuvo su primer desarrollo. Sin embargo, por razones aún no bien definidas, a pesar de que el mensaje de las buenas nuevas llegó a las puertas de estas comunidades indígenas, apenas tuvo impacto en ellas.

Los Primeros Intentos de Evangelización

El primero en notar esta falta de alcance en la obra evangélica fue el Rvdo. LL Legters, quien visitó El Salvador a finales de 1921 y principios de 1922. Viajaba junto al evangelista Dinwiddie, realizando conferencias bíblicas sobre la vida cristiana.

Años después, en mayo de 1927, el misionero W. Cameron Townsend, de la Misión Centroamericana, llegó a El Salvador con su esposa en una gira de exploración. Townsend, quien había dirigido una notable labor entre los Cakchiqueles de Guatemala, puso en evidencia la urgente necesidad de evangelizar a los Pipiles de El Salvador, un grupo indígena hasta entonces no alcanzado.

El llamado a la misión

Fue en mayo del mismo año cuando una pequeña iglesia bautista de apenas 100 miembros en San Diego, California —la Iglesia Bautista de University Avenue— sintió el llamado de Dios a la misión. Movidos por un profundo fervor evangelístico, sus miembros decidieron asumir el reto de iniciar un esfuerzo misionero en Centroamérica.

Al conocer la situación de los Pipiles de El Salvador, aceptaron de inmediata la responsabilidad de llevarles el Evangelio. A pesar de tener un conocimiento limitado sobre este pueblo, más allá de lo que habían leído por correspondencia, la iglesia respondió con gozo y determinación. El fuego del Espíritu Santo los impulsó a obedecer el mandato del Señor de las Misiones.

El Instituto para Obreros Cristianos

El primer paso fue conseguir obreros para la misión. Con el respaldo financiero de los hermanos de San Diego y el donativo de la hermana Rosa de Esquivel —quien en diversas ocasiones manifestó su devoción por la obra de Cristo en El Salvador—, se logró abrir, en agosto de 1927, un pequeño instituto para obreros cristianos. Este funcionó durante dos meses en el segundo piso del Colegio Bautista de Santa Ana.

De este instituto surgieron tres obreros, cuyos fotograbados aparecen en este número de El Heraldo :

  • Antonio Solís Paniagua, de la iglesia de Atiquizaya.
  • Eulalio Rivera, de la iglesia de Juayúa.
  • José T. Bran, de la iglesia de Izalco.

Los dos últimos eran indígenas de raza pura, originarios de Nahuizalco, el pueblo indígena más grande de El Salvador.

Los Primeros Frutos de la Evangelización

Antonio Solís fue asignado a Ataco, una villa en el departamento de Ahuachapán. Poco a poco, con su energía y determinación, logró despertar un gran interés en la comunidad. La Sociedad Buenaventura de Santa Ana apoyó con el alquiler de una casa para los cultos, facilitando así el desarrollo de la obra.

Al cabo de un año, 43 personas habían confesado su fe en Cristo, de las cuales aproximadamente 18 eran indígenas, aunque no se sabe con certeza si todos eran de Tacuba. Solís se dedicó con esmero a discipular a sus nuevos convertidos, enseñándoles a cantar y a orar.

Para muchos de ellos, la oración era algo completamente desconocido; nunca antes habían experimentado la idea de dirigirse directamente al Creador. El respeto y la admiración por su pastor crecieron tanto que algunos incluso llegaron a atribuirle poderes sobrenaturales.

José Bran, de la iglesia de Izalco; Antonio Solís, de la iglesia de Atiquizaya; Eulalio Rivera, de la iglesia de Juayúa.

En octubre de 1941, Cirilo Gaspar fue designado por el cuerpo ministerial de la obra bautista de la zona oriental de El Salvador para documentar la historia de la obra de la denominación en el país. En su trabajo, Gaspar señala que los tres hermanos que aparecen en la publicación de El Heraldo, en agosto de 1931, fueron fusilados en 1932 por predicar el Evangelio, debido a la oposición del sacerdote de Sonsonate. Son descritos como "hombres que dedicaron su vida al servicio de Cristo en El Salvador, dejando un legado de fe y valentía". Las referencias históricas mencionadas en esta entrada del blog han sido tomadas de la recopilación realizada por el hermano Cirilo Gaspar.

Comentarios

Entradas populares