La Ilusión del Control: ¿Por qué es tan difícil dejar de confiar en uno mismo?
Si alguna vez han intentado ayudar a alguien a desaprenderse de una creencia religiosa errónea, como la idea de que ciertas personas tienen el poder de hacer milagros, habrán notado que no es fácil. Pero si han tratado de convencer a alguien de que su confianza no debe estar en sí mismo, sino en Dios, habrán visto que esto es aún más difícil. ¿Por qué?
La respuesta tiene que ver con dos dimensiones del cambio: una externa y otra interna. Una cosa es corregir ideas equivocadas sobre lo que está “fuera de nosotros” (como doctrinas o figuras religiosas), y otra muy distinta es aceptar que el problema está dentro de nosotros mismos y que debemos rendir nuestra propia voluntad, deseos y orgullo ante Dios.
Cambiando una idea errónea sobre lo externo
Cuando alguien ha crecido creyendo que ciertos líderes religiosos tienen poder para hacer milagros, cambiar esa concepción es un proceso difícil, pero generalmente no es tan doloroso a nivel personal. Puede implicar un reajuste de la cosmovisión, una reinterpretación de textos bíblicos o la confrontación con evidencia bíblica y racional.
En la Escritura, vemos cómo Jesús y los apóstoles confrontaron falsas creencias. En Hechos 8:9-24, Simón el mago creía que los milagros eran producto del poder personal de alguien y quiso comprar ese poder. Pedro lo reprendió severamente, enseñándole que el poder de Dios no es mercancía ni está en manos de hombres.
Si alguien cree en “hacedores de milagros” puede ser corregido mostrándole que la Biblia enseña que el poder viene solo de Dios (Éxodo 15:11, Mateo 28:18), y que los milagros ocurren según Su voluntad y propósito, no por el “poder” de una persona (Hechos 3:12-16).
Este tipo de cambio es desafiante, pero no necesariamente toca el núcleo más profundo de nuestro ser. Puede generar cierta resistencia intelectual, pero rara vez es una crisis personal existencial.
Cambiando la confianza en uno mismo: la muerte al yo
Por otro lado, cuando se trata de la idea de que “debes creer en ti mismo” o “tienes el poder dentro de ti”, el problema no es solo conceptual, sino profundamente emocional y existencial.
Aceptar que no somos autosuficientes, que no tenemos el control y que no somos el centro de nuestra historia es un golpe devastador al ego. Desde Génesis 3, la humanidad ha estado obsesionada con la idea de ser “como Dios” (Génesis 3:5). Nuestra naturaleza caída nos empuja a aferrarnos a cualquier noción que refuerce nuestra autosuficiencia.
Jesús fue muy claro al respecto: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame” (Lucas 9:23). Y negarse a sí mismo es lo contrario a la filosofía del “cree en ti mismo”.
Pablo lo vivió de manera radical. En Filipenses 3:7-8, después de haber confiado en su propio estatus, su educación y su justicia personal, declara que todo eso lo tiene por “basura” con tal de ganar a Cristo.
Este es un cambio que duele. Es más que desaprender una enseñanza externa; es morir a uno mismo.
¿Por qué es tan difícil despojarnos del “yo”?
- Porque nos define. Muchas personas han construido toda su identidad en torno a la autosuficiencia. Dejar de confiar en sí mismos es como desmantelar el fundamento de su existencia.
- Porque nos da control (ilusorio). Confiar en uno mismo da la sensación de control. Depender de Dios implica reconocer que no tenemos el control, y eso asusta.
- Porque duele el orgullo. Admitir que no somos suficientes hiere nuestro orgullo. Preferimos creer que podemos, que somos fuertes, que no necesitamos ayuda.
- Porque implica una rendición total. No basta con corregir un pensamiento; es necesario un cambio de corazón. Y eso solo ocurre cuando el Espíritu Santo nos convence de pecado y nos lleva a una fe genuina en Cristo (Juan 16:8-10).
La verdadera libertad está en despojarnos de nosotros mismos
Jesús nos llama a soltar el peso de nuestra autosuficiencia y descansar en Él (Mateo 11:28-30). Paradójicamente, la verdadera libertad y gozo no vienen cuando nos aferramos a nuestro propio poder, sino cuando nos rendimos completamente a Dios.
El pensamiento humanista secular te dice: “Si te despojas de tu autoconfianza, te quedarás sin nada”. Pero el Evangelio dice: “Si pierdes tu vida por causa de Cristo, la hallarás” (Mateo 16:25).
Entonces, ¿qué prefieres? ¿Aferrarte a la ilusión de que puedes con todo y tarde o temprano estrellarte contra la realidad? ¿O rendirte a Aquel que tiene todo el poder y que, en su gracia, sostiene tu vida?
La fe verdadera no se trata de añadir a Dios a nuestras creencias para mejorar nuestra vida, sino de abandonar nuestra falsa autosuficiencia y encontrarlo a Él como nuestra única esperanza.
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