Más evangélicos pero menos Iglesia: la bendita farsa

Hay verdades en la vida cristiana que nos cuesta aceptar. Una de ellas es esta: Dios cumple Su propósito a pesar de nuestras fallas, incluso cuando nuestras decisiones son torpes, egoístas o moralmente cuestionables. Génesis 27 nos muestra un episodio que, a primera vista, parece un desastre espiritual: un padre ciego, una madre manipuladora, un hijo que engaña y un hermano traicionado. Y sin embargo, en medio de este caos familiar, Dios está cumpliendo Su plan.

Esto me estremece. Si Dios puede obrar incluso cuando hay engaño, manipulación y egoísmo, ¿qué significa eso para la realidad que vemos hoy en nuestras vidas y en nuestras iglesias?

Después de participar en diversos espacios y discusiones, con pastores y líderes de diferentes iglesias,  existen algunas conclusiones que pesan: por un lado, las estadísticas dicen que hay más evangélicos en nuestro país. Pero, por otro, muchas congregaciones están más vacías. O quizá peor aún, algunas iglesias podrían estar llenándose, pero las vidas de quienes asisten siguen vacías espiritualmente.

Es una contradicción que no podemos ignorar.

Dios sigue obrando, pero nuestras decisiones tienen consecuencias

Génesis 27 nos enseña que Dios cumple Sus planes, pero eso no significa que el pecado no tenga consecuencias. Jacob obtuvo la bendición por engaño, pero su vida no se volvió más fácil. Terminó huyendo de su casa, con miedo a su hermano, enfrentando años de dificultades hasta que Dios lo quebrantó.

Hoy no es diferente. Dios sigue obrando, pero cuando nos acostumbramos a un cristianismo sin profundidad, las consecuencias se sienten en cada rincón: en las familias, en las iglesias, en el estado de una sociedad, en la falta de compromiso, en una generación que crece sin convicción.

Y aquí es donde la verdad golpea: no basta con decir que somos cristianos. No basta con identificarnos con una etiqueta religiosa. Jacob no fue transformado solo porque "recibió una bendición". Fue transformado cuando, años después, tuvo un encuentro real con Dios y su nombre cambió de Jacob a Israel .

Si Génesis 27 nos enseña algo, es que Dios sigue siendo soberano, pero también nos llama a la responsabilidad. No podemos conformarnos con un cristianismo que solo llena estadísticas. No podemos seguir viviendo de apariencias. 

Un llamado a la esperanza

Aunque mucha de la realidad que vemos puede ser preocupante, no todo está perdido. Si algo nos enseña la historia de Jacob es que Dios no deja a Sus hijos en la misma condición. Jacob pasó de ser una "bendita farsa" a ser el padre de una nación. Su vida no terminó en el exilio, sino en una restauración completa.

Creo que estamos en un punto similar. Tal vez como "cristianos" y como iglesias estemos "pasando por una etapa de engaño y superficialidad", pero Dios sigue obrando. Su propósito no ha cambiado. Y así como llamó a Jacob a una nueva identidad, también nos está llamando a volvernos a Él con un corazón sincero.

El profeta Joel nos da una promesa que sigue vigente hoy:

"Por eso pues, ahora, dice Jehová, convertíos a mí con todo tu corazón, con ayuno y lloro y lamento. Rasgad tu corazón, y no tus vestidos, y convertíos a Jehová tu Dios; porque misericordioso es y clemente, tardo para la ira y grande en misericordia, y que se duele del castigo." ( Joel 2:12-13 )

Dios nos está llamando. No a una fe superficial, sino a un arrepentimiento genuino. No a llenarnos de números, sino de Su presencia. No a un cristianismo de apariencias, sino a una iglesia viva, apasionada y transformada.

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