Cristo, la suficiencia de los insuficientes
La insuficiencia humana es una de las experiencias más crudas de nuestra existencia. Nos asalta en el silencio, en las derrotas y en la certeza de que, por más que intentamos, no somos lo que deberíamos ser. Este sentido de incapacidad y vacío, es una revelación: nos confronta con la verdad de nuestra dependencia absoluta de Dios.
La insuficiencia como realidad
Nuestra insuficiencia no es un accidente de la evolución ni un defecto psicológico a corregir, sino una condición inherente a nuestra naturaleza creada. Fuimos diseñados para depender de Dios. El ser humano, en su estado caído, intenta llenar este vacío con esfuerzo, logros o significado personal, pero fracasa una y otra vez. La cultura moderna nos invita a “creer en nosotros mismos”, a "encontrar nuestro propósito", pero la Escritura nos confronta con otra realidad: no somos autosuficientes.
Es en el “evangelio del yo”, donde buscamos seguridad y plenitud en nuestras propias capacidades. Sin embargo, al hacerlo, solo aumentamos nuestra ansiedad y frustración. Cuando Pablo dice en 2 Corintios 12:9: "Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad" , nos recuerda que la insuficiencia es el punto de partida para la obra de Dios en nosotros.
Insuficiencia y el pecado
El pecado ha desorientado nuestra fuente de seguridad. Antes de la caída, la identidad del ser humano estaba en Dios. Después del pecado, Adán y Eva sintieron vergüenza, miedo y un sentido de despropósito que intentaron cubrir con hojas de higuera (Génesis 3:7). Esa escena se repite en cada generación: nos cubrimos con logros, relaciones, dinero, reconocimiento… pero seguimos desnudos ante Dios.
La verdadera respuesta a la insuficiencia no es la autoafirmación, sino la rendición. Cristo nos llama a negarnos a nosotros mismos, no a mejorarnos. El cristianismo no es un sistema de autoayuda; es una muerte y resurrección en Cristo. La insuficiencia es el eco de nuestra necesidad de gracia.
La suficiencia de Su Gracia
La solución no está en negar nuestra insuficiencia ni en abrazarla como una excusa, sino en Cristo. En Colosenses 2:10, Pablo dice: "Estáis completos en él" . Aquí radica la paradoja: cuanto más conscientes somos de nuestra incapacidad, más experimentamos su poder. Porque la gracia no es solo para la salvación, sino para toda la vida cristiana. No solo necesitamos a Cristo para ser salvos, sino para cada día de nuestra existencia.
Nuestra insuficiencia nos lleva a Cristo, y en Él, encontramos lo que siempre nos ha faltado. Es la razón por la que Jesús dice: "Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos" (Mateo 5:3).
El mundo nos dice que la respuesta está dentro de nosotros, que debemos “creer en nosotros mismos” y encontrar nuestra fuerza interior. Pero la Escritura nos muestra que la verdadera libertad está en reconocer que no somos suficientes, para entonces abrazar a Aquel que lo es.
Cristo no vino a ayudarnos a ser mejores versiones de nosotros mismos; vino a hacernos nuevos. La insuficiencia, cuando es llevada a la cruz, se convierte en el terreno fértil donde florece la gracia. Como Pablo exclamó: "Todo lo puedo en Cristo que me fortalece" (Filipenses 4:13). No porque él se haya vuelto suficiente, sino porque su suficiente ahora estaba en Cristo.
La insuficiencia, entonces, no es el final. Pueder ser el inicio del verdadero descanso en la gracia de Dios.
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