El Anhelo de Eternidad y la Insuficiencia de la Religión sin Cristo

Desde la caída de la humanidad, cada hombre y mujer ha buscado significado. Miramos el firmamento y nos preguntamos por qué existimos. Reflexionamos sobre la moralidad y nos inquieta la idea del bien y del mal. Enfrentamos la muerte y sentimos en lo más profundo que no deberíamos cesar de existir. Este anhelo de trascendencia no es una construcción cultural ni una ilusión psicológica: es el eco de la eternidad que Dios ha puesto en el corazón del hombre (Eclesiastés 3:11).

Sin embargo, a lo largo de la historia, el hombre ha intentado llenar este vacío con religiosidad. Todas las religiones del mundo han sido testigos de este anhelo, pero ninguna, excepto el cristianismo, ha podido responder adecuadamente. El error fatal es pensar que la religión en sí misma salva.

Juan Calvino escribió que el corazón humano es una “fábrica de ídolos”. Buscamos desesperadamente algo en qué depositar nuestra fe: rituales, sacrificios, filosofías, obras, o incluso el mismo yo. La religión, en su sentido más amplio, no es más que la evidencia de este vacío en el corazón humano. Por eso, todas las civilizaciones han creado dioses, templos y sistemas de creencias para tratar de alcanzar lo que sienten que les falta.

Sin embargo, la religión sin Cristo no es más que un monumento a la insuficiencia humana. Jesús confrontó la religiosidad vacía cuando dijo a los fariseos: "Este pueblo de labios me honra; Mas su corazón está lejos de mí". (Mateo 15:8). El problema no es la ausencia de religión, sino el intento de encontrar en ella lo que solo Dios puede dar.

Frente a la crisis de significado, la modernidad intentó eliminar la necesidad de Dios con nuevas respuestas. El humanismo proclamó que el hombre es el centro de todas las cosas; el secularismo nos aseguró que la trascendencia era un mito innecesario; y la ciencia se erigió como la gran autoridad. Sin embargo, ninguno de estos sistemas ha podido responder a las preguntas fundamentales:

  • ¿Por qué existimos? La ciencia explica el cómo , pero no el por qué . Puede describir la expansión del universo, pero no el propósito de la existencia.
  • ¿Por qué hay moralidad? Si el universo es un accidente sin propósito, no hay base objetiva para el bien y el mal.
  • ¿Por qué queremos algo más allá de lo material? Ni la evolución ni la biología pueden explicar por qué el hombre anhela lo eterno.

A diferencia de todas las religiones, el cristianismo no ofrece un sistema de méritos o sacrificios humanos para alcanzar lo divino. Es Dios mismo quien desciende al hombre en la persona de Cristo. Mientras las religiones dicen: “haz esto para acercarte a Dios”, el evangelio dice: "Consumado es" .

Jesús no solo responde a nuestra necesidad de significado; Él es el significado. Como dijo Agustín de Hipona: “Nos hiciste para ti, y nuestro corazón estará inquieto hasta que descanse en ti” . La eternidad en nuestro corazón solo encuentra su cumplimiento en la eternidad en Sus manos.

Hoy, puedes seguir persiguiendo sombras, tratando de llenar el vacío con religión, filosofía o placer. O puedes rendirte ante Cristo, el único que no solo satisface tu anhelo de trascendencia, sino que te ofrece vida eterna.

Sobre Eclesiastés 3:11

El pasaje dice:
"Todo lo hizo hermoso en su tiempo; y ha puesto eternidad en el corazón de ellos, sin que alcance el hombre a entender la obra que ha hecho Dios desde el principio hasta el fin". (Eclesiastés 3:11, RVR1960).

Este texto nos muestra una verdad fundamental sobre la naturaleza humana: Dios ha inscrito en nosotros un anhelo por lo eterno, una necesidad de trascendencia que no puede ser satisfecha con lo temporal. La palabra hebrea עוֹלָם ( olam ), traducida aquí como "eternidad", implica algo sin fin, más allá del tiempo. El predicador de Eclesiastés señala que, aunque Dios ha puesto este anhelo en nuestro corazón, el hombre no puede comprender completamente Su obra. Esto sugiere que el vacío existencial del ser humano no se llena con respuestas inmanentes, sino con la revelación divina.

Como dice, la Dari de nuestros días: "Viajo al futuro y no me veo sola. Sigues tu presente no importa la hora."



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