Cuando Jesús duele

En una cultura que idolatra el bienestar emocional y rechaza todo lo que lo perturba, el encuentro entre Jesús y el joven rico en Marcos 10:17-22 es uno profundamente contracultural. Aquí no vemos a un Jesús que valida sentimientos o evita incomodidades. 

El joven corre hacia Jesús. Se arrodilla. Muestra respeto. Hace preguntas sinceras sobre la vida eterna. Pero, cuando Jesús responde, algo se rompe dentro de él. El texto dice que “se fue triste”. ¿Por qué?

Las palabras de Jesús: “una cosa te falta… vende todo lo que tienes… ven, y sígueme”, no solo lo desconciertan. Lo hieren emocionalmente. El texto usa el verbo griego λυπέω , que describe una tristeza profunda, dolorosa. No es una decepción ligera. Es como si algo dentro de él se oscureciera. La tristeza no viene porque no entiende lo que Jesús pide… sino porque sí lo entiende. Y eso le duele.

No es Jesús el que falla en claridad. Es el joven quien no puede sostener el peso de esa claridad. Es el golpe de la verdad cuando toca lo más sagrado: su tesoro.

Las emociones como reflejo del alma

Vivimos tiempos donde las emociones se han convertido en brújulas morales. Si algo te hace sentir bien, entonces es bueno. Si te incomoda o entristece, entonces es dañino. Pero bíblicamente, las emociones son como síntomas: no siempre dicen la verdad, pero siempre dicen algo .

Las emociones del joven revelan lo que su corazón realmente valora. Y como lo dijo Jesús: “Donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón”. (Mateo 6:21)

Él quería la vida eterna, sí… pero no más que sus posesiones. Su tristeza no es señal de injusticia divina, sino de una idolatría herida. Jesús tocó lo que el joven más amaba, y el alma reaccionó con angustia.

Lo más trágico del texto es que Jesús no solo le lanza un reto: le extiende una invitación de amor. El mismo texto dice: “Jesús, mirándole, lo amó”.

La frase no está ahí por accidente. Jesús lo ama profundamente, y desde ese amor le dice: “una cosa te falta”. No le está quitando algo, sino ofreciéndole todo.

Pero el joven no lo ama. El bien mayor -Cristo mismo- está frente a él. Y aún así, lo rechaza. ¿Por qué? Porque el alma no puede soltar lo que más adora, incluso cuando lo que se le ofrece es infinitamente mejor.

Hoy, más que nunca, se nos dice que debemos evitar todo lo que afecta nuestro bienestar emocional. Pero el evangelio no es cómodo. No está diseñado para hacerte sentir bien contigo mismo, sino para transformarte desde las raíces.

Jesús no fue "políticamente correcto" con este joven. No suavizó el mensaje para no herirlo. Le dijo la verdad, en amor. Y eso, aunque le dolió, fue un acto de gracia. Porque sólo lo que nos confronta puede realmente cambiarnos.

El gozo que no quiso valorar

El joven se va triste... pero el gozo lo estaba llamando. La Vida estaba frente a él. El Amor le había hablado. El Reino le abriría la puerta. Pero se alejó. ¿Por qué? Porque Jesús no solo desafía nuestra conducta. Desafía nuestra arquitectura emocional . Y eso, para muchos, es "demasiado".

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