Muchos Quieren Seguir a Jesús, Pero No Quieren
En Lucas 9:57-62, Jesús enfrenta a tres personas que dicen querer seguirlo. Sin embargo, en cada caso, Él expone que su deseo no es tan genuino como parece. Quieren seguirle, pero con condiciones. Quieren el Reino, pero sin la cruz. Quieren a Cristo, pero sin renunciar al yo. Bonhoeffer, en El costo del discipulado, señala que estos hombres representan a muchos que creen estar listos para seguir a Jesús, cuando en realidad, no lo están.
Hoy seguimos viendo la misma realidad. Hay muchos que afirman querer ser discípulos de Cristo, pero a la hora de tomar decisiones, demuestran que su compromiso es superficial. Algunos posponen su entrega porque tienen asuntos personales que consideran más urgentes. Otros quieren definir las condiciones de su discipulado, siguiendo a Jesús de la manera que les resulta más cómoda. Y hay quienes desean seguir a Cristo, pero sin que esto les cueste nada.
Tim Keller, en Una fe lógica, describe un fenómeno que yo llamaría una "fe secularizada" o una "religión secularizada". Muchas personas buscan en Jesús sentido, propósito y felicidad, pero cuando se trata de dar pasos de fe que impliquen la muerte del yo, de su identidad tal como siempre la han concebido y construido por su crianza y cultura, se resisten. En ese punto, les propongo que se crea el siguiente ciclo alienante: la fe deja de ser auténtica y se convierte en una religión secularizada, que no transforma, sino que refuerza su manera de vivir. Este tipo de fe produce vidas secularizadas, que a su vez buscan y crean nuevamente una religión secularizada, perpetuando un ciclo de contradicción y autosuficiencia espiritual.
Teniendo en cuenta lo anterior. Regresemos a Lucas nueve. El primero de los que se acerca a Jesús dice: "Te seguiré adondequiera que vayas" (Lucas 9:57). Parece una declaración de fe impresionante, pero Jesús le responde: "Las zorras tienen guaridas, y las aves de los cielos nidos; mas el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar la cabeza" (v. 58). Jesús le muestra la realidad del discipulado: seguirle no es un camino de comodidad, sino de renuncia. Pero en una fe secularizada, la religión se convierte en un medio para el éxito y la estabilidad, en lugar de un llamado a la cruz.
El segundo recibe el llamado de Jesús: "Sígueme" (v. 59). Pero responde: "Señor, déjame que primero vaya y entierre a mi padre" (v. 59). No es que Jesús prohíba honrar a los padres, sino que este hombre usa una excusa para retrasar su decisión. La respuesta de Jesús es radical: "Deja que los muertos entierren a sus muertos" (v. 60). En otras palabras, el Reino de Dios tiene prioridad sobre todo. Pero en una religión secularizada, Dios es solo una parte de la vida, no su centro absoluto.
El tercero dice: "Te seguiré, Señor; pero déjame que me despida primero de los que están en mi casa" (v. 61). Aparentemente, un deseo legítimo, pero Jesús le responde: "Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás es apto para el Reino de Dios" (v. 62). Seguir a Jesús implica una decisión firme, sin nostalgias por la vida pasada. Sin embargo, la fe secularizada permite una doble identidad: una que dice seguir a Cristo y otra que sigue aferrada al mundo.
¿Cómo romper este ciclo? Tanto Bonhoeffer como Keller nos llevan a la misma respuesta: el discipulado radical. Bonhoeffer lo expresa así: "Cuando Cristo llama a un hombre, le dice que venga y muera". Esto significa que la única manera de escapar de la trampa de una fe superficial y secularizada es abrazar la cruz. No solo como un concepto, sino como un estilo de vida diario. Como dice Jesús en Mateo 16:24: "Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame".
Algunas implicaciones a considerar:
Morir a la identidad falsa: Dejar de definirnos por nuestra cultura, éxito o deseos personales, y abrazar nuestra identidad en Cristo (Gálatas 2:20).
Rendir el control: No seguir a Jesús según nuestras propias condiciones, sino en total obediencia (Filipenses 3:7-8).
Vivir con una fe activa: No solo decir que creemos, sino demostrarlo con hechos, con una vida que refleja el evangelio en cada área (Santiago 2:17).
El llamado de Jesús es claro: el discipulado es total o no es. No hay medias tintas. La fe auténtica es aquella que nos lleva a morir a nosotros mismos para encontrar la verdadera vida en Él. Si seguimos atrapados en un cristianismo superficial, terminaremos reproduciendo la misma religión sin poder. Pero si realmente seguimos a Cristo, sin condiciones, veremos el poder transformador del evangelio en nuestras vidas y en el mundo.
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