Ser como Jesús no es una meta lejana, es una orden concreta

Muchos cristianos hoy hablan de "ser como Jesús" como quien habla de una meta de vida, un propósito noble, un ideal de fe, Pero, la verdad es que esa frase no es una consigna piadosa ni un eslogan de discipulado. Es una orden viva que exige obediencia inmediata. No se trata de una opción espiritual entre muchas, ni de un estándar moral reservado para santos excepcionales. Jesús no lanza sugerencias, da órdenes. Y su llamado sigue siendo tan radical y definitivo como lo fue para los primeros discípulos: “Sígueme”.

Hemos separado la fe de la obediencia, como si uno pudiera creer sin responder, confiar sin caminar, admirar sin seguir. Pero en el Reino de Dios, no hay fe verdadera sin obediencia radical. “Sólo el que cree obedece —escribió Bonhoeffer—, y sólo el que obedece, cree”.

La obediencia determinada ha sido sustituida

Aquí es donde muchos tropiezan. En un mundo que idolatra la autonomía, la obediencia parece esclavitud. Pero Jesús enseña todo lo contrario: obedecerlo es el único camino a la verdadera libertad . Solo a través de una obediencia determinada, el corazón del hombre es liberado para creer de la verdad.

La obediencia no es el resultado de la fe; es su precondición. No estamos llamados a esperar hasta "sentir fe" para comenzar a seguir a Cristo. Es al seguirlo, al dar pasos concretos, que nuestra fe se fortalece y madura. El discípulo no espera; obedece. Y en la obediencia encuentra al Cristo viviente.

En un contexto donde el evangelio de la prosperidad, el ritualismo y el activismo sin profundidad han contaminado la vida cristiana, la palabra de Jesús ha sido degradada a un catálogo de principios opcionales. Se predica más sobre éxito personal que sobre tomar la cruz. Se celebra más la bendición que el quebrantamiento. Y se escucha más la voz del líder carismático que la del Cristo crucificado.

En este ambiente, la obediencia determinada ha sido sustituida por una fe cómoda, superficial y condicional. ¿Cómo volver al centro? Volviendo a Jesús, y tomándolo en serio cuando dice: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame”.

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